Si algo nos ha enseñado el inesperado 2020 es que mantener una actitud positiva ante la vida y las circunstancias imprevistas requiere de fortaleza y de caminar con paso firme hacia la incertidumbre. Para las personas SuperviVIHentes, personas mayores y además con el VIH de larga duración, la llegada de la pandemia de la COVID-19 ha provocado cierto «déjà vu» , recordándoles, una vez más, que la resiliencia se puede aprender, pero se ha de practicar toda la vida. «El coronavirus ha venido a decirnos que debemos seguir cuidándonos», nos dicen algunas de nuestras usuarias y usuarios atendidos en visita domiciliaria, desde nuestro Programa SAD.

Las lecciones aprendidas de los tiempos más feroces del sida, nos invitan a reflexionar sobre la importancia de los cuidados (institucionales, comunitarios y sanitarios), pero también sobre la necesidad de hacerse cargo de la situación en la medida en que uno/una tiene posibilidades. Y es que las mascarillas son para la COVID-19 lo que el preservativo para las ITS. Nuestra decisión ante su uso termina siendo determinante para la propagación o la extinción de ambas pandemias. Para las personas con VIH, además, el autocuidado implica recomendaciones adicionales, como mantener una alimentación saludable, un asiduo entrenamiento físico, un escucha activa de las emociones y de una adecuada adherencia al tratamiento. Es la fórmula estudiada para enraizarse a la vida, la forma de garantizar un buen estado de salud y, en definitiva, una manera empoderadora de tomar el control de uno/una misma.
En el Comité Antisida de València, Fátima Jachán es la responsable del programa de Atención a personas Supervihvientes de València, un recurso de atención domiciliaria que, aun en tiempos de COVID-19, se ha mantenido activo los 365 días del año, para atender a aquellas personas que, en algún momento, han necesitado de un apoyo específico o simplemente un pequeño empujón para la gestión de su bienestar emocional. Atención psicológica y social, control de la toma del tratamiento antirretroviral, acompañamiento a las citas médicas, apoyo en las compras, gestión de la recepción de la medicina hospitalaria… el servicio que coordina Fátima atiende cada año a una treintena de personas con VIH y sus familiares, con el objetivo de estimular ese cuidado cotidiano, así como de reforzar las relaciones sociales, y su vinculación con la comunidad.
«Ha sido duro satisfacer las necesidades de tanta gente durante este 2020. El confinamiento ha impedido a muchas personas asistir, por ejemplo, al Centro de Día El Faro y la falta de red de apoyo emocional de muchas de ellas ha hecho crecer en buena medida la cifra de las personas atendidas, así como las necesidades de acompañamiento, atención y cuidados», comenta Fátima.
El apoyo emocional a domicilio en este año en que muchas personas, a menudo solas, no podían salir de casa y debían convivir con el temor a las consecuencias de un doble virus (el VIH controlado, pero también la desconocida COVID-19) ha hecho del programa destinado a personas SuperVIHvientes uno de los prioritarios dentro de las acciones terapéuticas y la actividad diaria del Comité Antisida de València. La calidad del servicio y la calidez humana del personal profesional y voluntario que ha formado parte del Servicio de Atención Domiciliaria bien merecen el reconocimiento que entidades como Gilead han sabido ofrecer por su desempeño profesional y su sonrisa incansable. Un cálido aplauso, casi tan grande y prolongado como el que las personas SuperVIHvientes llevan años ganándose. Por su valentía. Por su resiliencia. Por su optimismo. Y por su trabajo incansable para adherirse a la vida.
